Los “modos de ver” de las diferentes culturas
y personas han variado a lo
largo del tiempo y han estado condicionados por múltiples factores.
En este texto nos interesará discernir algunos factores y caracteres
específicos del mundo en que vivimos para ser conscientes de cuáles
son o podrían ser nuestros “modos de ver” y su influencia
en todos los terrenos, en especial
en el mundo de los museos y en la educación artística.
Nuestro “modo de ver” o “punto de vista”
está condicionado por nuestra
historia y nuestra educación; y en la medida en que la educación
que recibimos esté más conectada con las condiciones del
presente que habitamos, más adecuada será nuestra visión
para vivir en el mundo, para entenderlo e incluso para transformarlo.
Conseguir que la educación esté conectada a las condiciones
de este presente veloz y cambiante que nos ha tocado vivir y crear, no
está exento de problemas y tensiones:
implica una formación continua por parte del profesorado, una actitud
muy flexible y desprejuiciada, una voluntad de cambio incesante (incluso
voluntad de cambiar aquellas instituciones más perdurables como
la institución museística o ciertas convenciones muy asentadas
en la propia escuela) y una férrea intención de aprender
nuevos parámetros desde los que pensar la cultura, las artes, la
educación y todos los ámbitos de la vida.
En definitiva, el mayor conflicto es una elección: se trata de
elegir entre una visión basada en el pasado para vivir el presente,
o una visión del presente para crear el futuro, con todo el compromiso
y riesgo que conlleva.
Algunos de estos conflictos son observables también
en los propios generadores de la cultura. En el actual panorama cultural
occidental podemos discernir dos posiciones: artistas convencionales que
usan materiales tradicionales y conceptos asociados a las categorizaciones
ilustradas sobre la escultura, la pintura, el dibujo, etc. (pensemos en
criterios como la originalidad y la trascendentalidad), y artistas transdisciplinares
que exploran nuevas configuraciones formales, nuevos materiales y soportes
(en gran medida nuevas tecnologías que, por supuesto, no soportan
bien los criterios ilustrados anteriormente nombrados),y los nuevos conceptos
a ellos asociados.
En relación con esta idea, la citada distinción
ejemplifica a la perfección el momento de cambio en que vivimos,
producto de los roces y las tensiones producidos entre dos mundos culturales:
la cultura alfabetizada visual y literariamente generada por la imprenta
desde el Renacimiento hasta nuestros días (que conforma la visión
más convencional y asentada desde la Ilustración), y la
aparición de una nueva dinámica cultural producida por la
alfabetización de la imagen y el sonido electrónico (que
produce unos modos de ver radicalmente diferentes).
Ante este panorama de saludable crisis y confrontación
de valores y estrategias, algunos artistas están proponiendo nuevos
imaginarios y, aún más importante, nuevas ideas sobre la
producción, difusión, circulación y consumo del arte
y la cultura contemporáneos. A modo de ejemplo, las palabras de
algunos autores dejan claras sus actitudes y expectativas ante unas ideas
de arte, de artista y de producción/gestión cultural que
tratan de reformular:
“Esta nueva situación genera inquietudes diversas
entre los artistas, puesto que no todos se adaptan al nuevo entorno. No
faltan quienes puedan pensar que el entorno telemático no ofrece
posibilidad alguna para el desarrollo de un arte telemático, porque
los cambios anteriormente mencionados destruyen pura y simplemente la
noción de arte. Por mi parte, no pienso así. La presencia
y la vecindad de la representación artística no es, a mi
entender, una condición “sine qua non” para la existencia
de arte. La organización de muestras artísticas en Internet,
como por ejemplo CiberArt, enValencia, deja claro que algunos artistas
están intentando expresarse en los entornos digitales. Lo que sí
es cierto es que las nociones de autoría y de originalidad dejan
de ser las dominantes, sin que en este momento quepa prever por cuáles
otras van a ser reemplazadas”
Si bien es verdad que a nuestro alrededor
todo ha cambiado y está cambiando a una velocidad vertiginosa,
también es verdad que nuestro “modo de ver”, de acercarnos
al arte y de comprenderlo se ha mantenido prácticamente inmóvil.
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Una de las conclusiones
más notables extraídas del trabajo con el programa “Cambiar
la mirada”, del Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC),
es que la gran mayoría de la población ha cambiado su
modo de vida y todo lo que le rodea, pero no su manera de mirar al
arte. Y el arte ha cambiado en la misma medida en que lo ha hecho
el mundo en el que vivimos. |
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