El
trasfondo de peligro inherente al "exponerse"
ante el medio televisivo queda aquí invertido,
al quedar la pantalla del aparato de televisión
convertida en una barrera defensiva. Pantalla
de protección de fieltro, paño no
tejido, conglomerado de lana o pelo que sustituye,
en una equivalencia opuesta en su total carencia
de fluidez y dinamismo, a ese conglomerado de
información, juego y banalidad que ha caracterizado,
desde sus orígenes, al medio televisivo.
Pero
no hay rechazo del medio por parte de Beuys, sino
probablemente sólo de sus más habituales
formas de uso y experiencia en la sociedad del
momento. De hecho, parece haber en el fieltro
como pantalla de Filz-TV-Apparat una probable
referencia a la radiación energética
propia del medio, una especie de gesto también
de conservación o contención de
ésta que no deja de sugerirnos una directa
comparación con la función que el
fieltro ejerce en la conservación de temperatura
y hálito vital del cuerpo humano herido
protegido y envuelto en él. Una cierta
energética medial es aquí insinuada
como elemento no carente, probablemente, incluso
de cierto potencial iluminador.
Sin
embargo, contemplando el arrinconamiento de la
televisión hacia la pared que presenta
Filz-TV-Apparat, su confrontación en la
más próxima de las cercanías
con el límite del espacio arquitectónico
de la habitación, no cabe duda de que el
espacio habitual ocupado por el espectador televisivo
ha sido excluido, reducido hasta su imposibilidad.
El espectador se halla forzado a mirar ahora esa
pantalla de televisión lateralmente, casi
por detrás, como si en ese cambio de disposición
espacial se le planteara también secretamente
la posibilidad de descubrir otras posibilidades,
otras formas de percibirla y experimentarla.
Desplazamiento
espacial del espectador que supone también,
probablemente, la reclamación de su prioridad
perceptiva frente al medio, opuesta a que sea
la propia televisión la que en realidad
nos perciba. No olvidemos que la viabilidad económica
de la televisión depende cada vez más
de un agenciamiento medial de la actividad de
la percepción, constatada una y otra vez
con aplastante obviedad en la medición
de los índices de audiencia. Percibir al
espectador delante del aparato de TV, someterlo
como objeto de exposición a la agobiante
lógica del consumo, cuantificar su inmovilidad
en una determinada oferta televisiva, es la condición
de posibilidad económica del medio.
Desde
una posición probablemente más que
coincidente con Beuys, la falsificación
y explotación de necesidades reales y legítimas
(entre las que probablemente pudiéramos
incorporar la de un consumo moderado e inteligente),
su perversión a través de los medios
era, para Hans Magnus Enzensberger, la acción
contra la que debe estar dirigida la crítica,
que habría de abandonar aquella consideración
de que el capitalismo vive del dictado o explotación
de falsas necesidades (1). Probablemente Filz-TV-Apparat
también nos esté advirtiendo que
pretender el rechazo de estas necesidades no sólo
sería engañarnos sino impedir cualquier
vía para su eliminación. La orientación
más eficaz de la crítica no podría
ser, pues, la negación, la posición
refractaria de las necesidades propias de nuestro
tiempo, como muestrario de las falsificaciones
de lo social, sino el de generalizar el convencimiento
de la incompetencia de la llamada "industria
de la conciencia" para satisfacerlas(2),
la necesidad de una "revolución cultural"
en su sentido más amplio, en la más
ambiciosa y productiva de sus intenciones.
NOTAS
1.Hans Magnus Enzensberger, "Constituents
of a Theory of the Media", en John Thornton
Caldwell, Theories of the New Media, The Athlone
Press, London, 2000. p. 68
2. Ibid. p. 64.