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2. Contenidos para todos.

Lo mejor de los contenidos multimedia interactivos es que no se gastan con el uso, que su privacidad y exclusividad no enriquecen, en términos de sabiduría a nadie, si es con exclusión de otros; antes bien, su distribución aumenta el conocimiento de la gente tanto más cuanto más se difunde. Es más, esta difusión y uso, acrisolan su idoneidad, los convierten en más flexibles; les abren nuevas perspectivas en su actualización al ser leídos y leídos por muchos; y facilitan la adquisición de nuevas y mejores habilidades a sus usuarios para saber más, a través de la información, y es que hay un feed-back casi inevitable entre el uso y la producción. En esto consiste la verdadera alfabetización digital, no sólo en la adquisición de conocimientos y procedimientos para el uso de la tecnología, sino en la ampliación de nuestras habilidades cognoscitivas cualquiera sea el soporte (hoy a la cabeza, el digital) y cualquiera, el medio de acceso al saber.

Los contenidos son, pues, un bien escaso, y de difícil acceso para muchos. Se hace urgente producir más, difundir más, investigar más. Ya lo han advertido los líderes mundiales, así lo consideran la OCDE y los políticos europeos, a través de las Directivas de la Unión Europea (Lisboa 2000, Barcelona 2004, así como en los objetivos fijados para 2010 y 2012); lo recomienda la UNESCO, con su programa de Información para Todos, desde el 2002; y, sobre todo, lo ha contemplado la Cumbre Mundial de las Tecnologías de la Información y la Comunicación celebrada en Túnez en 2005. Sin embargo en realidad se encuentran grandes dificultades para conseguir tan buenos propósitos.

 
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