Es difícil determinar el sentido que la Educación Artística
tiene para nuestra sociedad.
Nuestro punto de partida podría ser una valoración sobre
las formas de enseñanza que se han venido sucediendo en este campo,
cómo ha quedado reflejado el sentido social en las distintas soluciones
para la escolarización del arte, qué tipo de relación
mantenemos con el resto del saber humano, o qué relación
guarda todo ello con las TIC.
En España el tipo de Educación Artística
que se ha venido implementando ha mantenido un concepto y métodos
muy similares a lo largo de su historia, sin variaciones ni alteraciones
profundas, y también sin apenas diferenciar entre el tipo de instrucción
artística que debe recibir un ciudadano en la educación
general o la que pudiera requerir un profesional de las artes.
Una educación artística así concebida
no conecta con el público porque no aprovecha los recursos y las
técnicas que le ofrecen otras disciplinas, ni se ocupa de asuntos
propios de la vida. Los criterios y temas que destaca siempre remiten
a cuestiones de estilo y escuela, primando la personalización y
cualificación técnica de los procedimientos artísticos,
aspectos muy lejos de caracterizar e interesar a la práctica artística
actual (J. C. Arañó, 1996).
Está cambiando la racionalidad en nuestros tiempos
y la artística, especialmente, está siendo muy sensible.
Es muy posible que estos cambios en vez de remitir en el futuro se acentúen
hasta transmutar sus intenciones y su función, y es evidente que
el mundo escolarizado también está en transformación.
Las TIC favorecen nuevas formas de acceso a la información y a
las imágenes, nuevos estilos de razonamiento y de conocimiento,
como la “simulación”, que se erige en una verdadera
industrialización de la experiencia del pensamiento, que ya no
concierne ni la deducción lógica ni la inducción
(P. Levy, 1997).
Salvando la diferencia que debe existir entre una Educación
Artística profesional para artistas y la destinada a los ciudadanos
en la educación general, está claro que la “instrumentalidad”
o manipulación procedimental de las artes ya no tiene sentido.
Así pues, la alternativa de la formación artística
pasa por la capacitación intelectual y la culturación visual.
Sin duda para que esto suceda sería necesario una organización
institucional que hoy día no existe en nuestro país y probablemente
una refundación categorizada y sistemática de los tipos
de “educaciones artísticas”, atendiendo a planteamientos
conceptuales y funcionales. Muy probablemente las TIC implicadas en esa
Educación Artística futura serían poderosas aliadas,
dimensionando a ésta como una auténtica Zona Temporalmente
Autónoma.
El discurso del arte actual vuelve a estar implicado
en la vida y el mundo y, como éstos, se encuentra fragmentado en
muchas direcciones, incluyendo nuevas perspectivas y valores como las
diferencias étnicas o de género o las de clase, como la
vida misma. La Educación Artística debe buscar y comprender
los nuevos significados metafóricos de la cultura visual de nuestro
tiempo y reconocerlas en su contexto civilizador y de progreso (I. Agirre,
2000), puesto que las obras artísticas de hoy son los elementos
que nos llevan a reflexionar acerca de las formas de pensamiento de la
cultura en la que se producen (F. Hernández, 2000).
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