Juan Martín Prada
Universidad Europea de Madrid CEES
El desarrollo de la práctica interactiva


En las estrechas instalaciones de pasillo de Bruce Nauman de finales de la década de los sesenta la tecnología del circuito cerrado de vídeo confrontaba a la audiencia con su propia imagen, tratando de suscitar una reflexión sobre la relación entre el espectador y el propio medio (1). Esta confrontación sustituía a las pretensiones de interacción y participación propias del “happening”.
Tampoco las acciones filmadas de Vito Acconci pretendían interactividad directa con la audiencia. Se trataba generalmente de acontecimientos privados, que eran grabados en vídeo. La cámara actuaba como representación del otro, la audiencia de la acción, cuya recepción siempre sería en diferido. La tecnología del vídeo parece aquí operar como un medio de separación del mundo exterior, permitiendo al artista situarse en un espacio de aislamiento que, paradójicamente, sólo los instrumentos de los nuevos medios de comunicación de masas parece que pueden proporcionar.

  Seguramente, todo responda a una pérdida inevitable de la confianza en los potenciales emancipadores de la participación de la audiencia en el proceso de creación de la obra o de la situación artística, tan frecuente en las propuestas que, desarrolladas en torno a “Fluxus” y al “Happening”, podemos englobar bajo el término de “Intermedia art” (2). Su fracaso corresponde al fallido intento de conseguir una nueva experiencia de la cultura, una no mediada, independiente de las instituciones culturales y de gobierno y, sobre todo, emancipadora, en cuanto que exigía en el espectador-participante destruir y cuestionar sus hábitos cotidianos de conducta, percepción, lenguaje y comportamiento social por medio de la eliminación de cualquier barrera entre los conceptos de autor, “performance” y audiencia.

Por el contrario, en la década de los ochenta parece interesar más que el espectador reflexione sobre su propia e inevitable condición de espectador, sobre las relaciones entre el hecho artístico y los fenómenos sociales y las prácticas institucionales y mediales que acompañan y determinan su producción y su recepción. El concepto de participación y el impulso hacia la disolución de diferencias entre creación, obra artística y recepción que conllevaban las propuestas del Intermedia Art, se ve sustituido por una nueva reflexión sobre lo que también fue uno de los más importantes proyectos del pensamiento de vanguardia: la crítica a la institucionalización del arte y a sus procesos de mediación. Un paso que Craig Owens definiera como “de la obra al marco” (3), una transición del análisis de los procesos de lectura o de recepción estética de las obras de arte a los procesos de su mediación institucional.

Por ello, la práctica postmoderna más crítica no planteó el rechazo de la institución cultural, expositiva o medial a la manera de los movimientos de la Vanguardia, sino más bien su apropiación, convirtiéndola en campo de operaciones. Se trata, como es propio de cualquier estrategia de desconstrucción efectiva, de destruir las estructuras desde dentro, actuando desde su interior. Importan mucho los procesos de neutralización, por parte de las instituciones y del mercado artístico, de los impulsos más radicales a nivel social y político del arte de las décadas anteriores. La metodología principal de las nuevas actuaciones será la de la dislocación de toda relación significado-significante. Desde esta posición lo que se pretendía es acabar con la tradicional asociación del significado de la obra de arte como una forma de instrumentalidad para sustituirla por las condiciones que permiten su construcción: el proceso de comprensión de esas circunstancias.

  Dan Graham, por ejemplo, en la obra titulada “Tres cubos unidos/ Diseño interior para un espacio de visionado de videos” (1986) investigaba la complejidad de los procesos de recepción del vídeo en un espacio concreto, diseñado por él mismo, centrándose en la posición del espectador como observador en un espacio dado en un momento determinado. Con ella promueve una reflexión sobre la relación entre el espectador y el medio.
Dan Graham. Tres cubos unidos/ Diseño interior para un espacio de visionado de videos. 1986.
 

Reflexión incluso en el sentido más literal, dado que el espacio construido a base de paneles de cristal espejo obliga al espectador a una inevitable confrontación con su propia imagen y con la imagen de los otros espectadores, permitiendo concentrar la significación de la propia obra en la relación espectador, disposición espacial y espacio social. No se trata tanto de la creación de una obra artística, cuanto del análisis de las condiciones sociales de su experiencia.