En las estrechas instalaciones de pasillo de Bruce Nauman de finales de
la década de los sesenta la tecnología del circuito cerrado
de vídeo confrontaba a la audiencia con su propia imagen, tratando
de suscitar una reflexión sobre la relación entre el espectador
y el propio medio (1).
Esta confrontación sustituía a las pretensiones de interacción
y participación propias del “happening”.
Tampoco las acciones filmadas de Vito Acconci pretendían interactividad
directa con la audiencia. Se trataba generalmente de acontecimientos privados,
que eran grabados en vídeo. La cámara actuaba como representación
del otro, la audiencia de la acción, cuya recepción siempre
sería en diferido. La tecnología del vídeo parece
aquí operar como un medio de separación del mundo exterior,
permitiendo al artista situarse en un espacio de aislamiento que, paradójicamente,
sólo los instrumentos de los nuevos medios de comunicación
de masas parece que pueden proporcionar.
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Seguramente, todo responda
a una pérdida inevitable de la confianza en los potenciales
emancipadores de la participación de la audiencia en el proceso
de creación de la obra o de la situación artística,
tan frecuente en las propuestas que, desarrolladas en torno a “Fluxus”
y al “Happening”, podemos englobar bajo el término
de “Intermedia art” (2).
Su fracaso corresponde al fallido intento de conseguir una nueva experiencia
de la cultura, una no mediada, independiente de las instituciones
culturales y de gobierno y, sobre todo, emancipadora, en cuanto que
exigía en el espectador-participante destruir y cuestionar
sus hábitos cotidianos de conducta, percepción, lenguaje
y comportamiento social por medio de la eliminación de cualquier
barrera entre los conceptos de autor, “performance” y
audiencia.
Por el contrario, en la década de los ochenta parece interesar
más que el espectador reflexione sobre su propia e inevitable
condición de espectador, sobre las relaciones entre el hecho
artístico y los fenómenos sociales y las prácticas
institucionales y mediales que acompañan y determinan su producción
y su recepción. El concepto de participación y el impulso
hacia la disolución de diferencias entre creación, obra
artística y recepción que conllevaban las propuestas
del Intermedia Art, se ve sustituido por una nueva reflexión
sobre lo que también fue uno de los más importantes
proyectos del pensamiento de vanguardia: la crítica a la institucionalización
del arte y a sus procesos de mediación. Un paso que Craig Owens
definiera como “de la obra al marco” (3),
una transición del análisis de los procesos de lectura
o de recepción estética de las obras de arte a los procesos
de su mediación institucional. |
Por ello, la práctica postmoderna más crítica
no planteó el rechazo de la institución cultural, expositiva
o medial a la manera de los movimientos de la Vanguardia, sino más
bien su apropiación, convirtiéndola en campo de operaciones.
Se trata, como es propio de cualquier estrategia de desconstrucción
efectiva, de destruir las estructuras desde dentro, actuando desde su
interior. Importan mucho los procesos de neutralización, por parte
de las instituciones y del mercado artístico, de los impulsos más
radicales a nivel social y político del arte de las décadas
anteriores. La metodología principal de las nuevas actuaciones
será la de la dislocación de toda relación significado-significante.
Desde esta posición lo que se pretendía es acabar con la
tradicional asociación del significado de la obra de arte como
una forma de instrumentalidad para sustituirla por las condiciones que
permiten su construcción: el proceso de comprensión de esas
circunstancias.
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Dan Graham, por
ejemplo, en la obra titulada “Tres cubos unidos/ Diseño
interior para un espacio de visionado de videos” (1986) investigaba
la complejidad de los procesos de recepción del vídeo
en un espacio concreto, diseñado por él mismo, centrándose
en la posición del espectador como observador en un espacio
dado en un momento determinado. Con ella promueve una reflexión
sobre la relación entre el espectador y el medio. |
Dan Graham.
Tres cubos unidos/ Diseño interior para un espacio de visionado
de videos. 1986. |
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Reflexión incluso en el sentido más literal,
dado que el espacio construido a base de paneles de cristal espejo obliga
al espectador a una inevitable confrontación con su propia imagen
y con la imagen de los otros espectadores, permitiendo concentrar la significación
de la propia obra en la relación espectador, disposición
espacial y espacio social. No se trata tanto de la creación de
una obra artística, cuanto del análisis de las condiciones
sociales de su experiencia.
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