Juan Martín Prada
Universidad Europea de Madrid CEES
La reactivación de la interactividad con los nuevos medios



El imprevisible despliegue de la microinformática en el espacio doméstico que acontece a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta supone una reactivación de las olvidadas nociones de la participación de la audiencia. Es el momento en el que se convierte en un atractivo objeto de consumo el concepto de interactividad que trata ahora, desde el campo de la industria, de convertirse en el término definidor de las nuevas relaciones entre tecnología y audiencia-consumidor, presentándola como un vehículo democratizador, como el auténtico vehículo democratizador. La interactividad electrónica como la posibilidad de interacción física con los nuevos objetos de la cultura, como colaboración en la producción de su sentido desde una dimensión social.

El efecto de este recobrado entusiasmo por la participación es compartido por muchas de las nuevas prácticas artísticas que proliferan en torno a las nuevas herramientas tecnológicas. La interacción con el espectador vuelve a convertirse en la parte central del momento de la creación. Una renovada intención de poner fin a la dialéctica entre objeto y proceso, entre autor y espectador y ahora, también, entre productor y usuario.

Estas prácticas son especialmente sensibles al aspecto social de la interacción que permiten los nuevos medios, al venir acompañados de la enorme extensión de posibilidades relacionales y comunicativas que ofrecen las nuevas redes de telecomunicación (la máquina técnica entendida como el medio entre dos sujetos). Partiendo de que la interpretación debe ser una práctica producida colectivamente, se trata de que la interacción sea algo más que una simple acción colectiva en la producción artística, un simple proceso de actuación aditiva, como fueron los llamados “cadáveres exquisitos” surrealistas. En la interacción una parte de nosotros mismos, que no puede capturarse en el lenguaje, sino en una entre-acción, debe salir a escena, quedar comprometida. La interacción sólo puede ser valorada si lo es como acción recíproca entre dos o más personas, fenómenos, factores o sistemas. La función de la máquina informática es doble, transmitir y, a la vez, participar en la interacción.


Janet Cohen, Keith Frank, Jon Ippolito. The unreliable archivist.

En realidad, sólo puede concebirse una práctica de auténtica interacción con la obra pensando en términos de derechos de posesión. Ciertamente, sobre un único objeto en la red recaen una pluralidad de derechos así como también concurren una pluralidad de posesiones en conceptos diversos. En su experiencia de la obra, el espectador participante debería llegar a comportarse como si la obra fuese suya, como si en su experimentación el objeto desapareciese en una forma determinada del propio ejercicio de la posesión.

En todo caso, la práctica interactiva sólo es concebible como conjunto de sistemas acoplados, como la relación entre dos elementos que exigen, afectándolo, el comportamiento de un tercero. Más que objetos o ámbitos contenedores de significados, los integrantes de la interacción han de ser especialmente reactivos en su periferia. De aquí que no se trate tanto de entornos interactivos como reactivos (4), similares a los procesos de interacción que acontecen entre dos o más fármacos combinados entre sí (efectos secundarios, agravamiento de la enfermedad o curación). En la interacción electrónica, la ocurrencia efectiva de una acción o de un estado no sólo determina cuál ha de ser el sucesor o estocástico sino, ante todo, su probabilidad.

En este sentido, uno de los aspectos esenciales de una interacción cibernética es la de la capacidad homeostática del sistema, regulación del medio en el que se desarrolla el intercambio de la participación. Lo que supone que cada momento de experiencia de la obra es también un momento de su regulación.