Antes de entrar en el tema que nos ocupa, la escritura para televisión
infantil, es necesario analizar, aunque sea sucintamente, cuál
es el tipo de audiencia a la que nos dirigimos y qué es lo que
ofrece la televisión en estos momentos al niño.
En general, se considera audiencia infantil al target de edad desde los
4 a los 12 años. El problema es que esa franja de edad, por razones
obvias, es tan amplia, que es muy difícil contentar a todos. Y
ese problema se agrava especialmente en los programas contenedores que
incluyen series animadas, que sin contar otros factores como por ejemplo
los contenidos, intentan satisfacer a los distintos targets de edad. Casi
siempre, con honrosas excepciones, los más perjudicados son los
más pequeños, de 4 a 6 años, y también los
mayores, de 10 a 12. Estos últimos tienen otros intereses y ven
programas destinados a adultos, aunque también ven series animadas.
No es el tema de este artículo analizar el porqué de los
gustos y preferencias de la audiencia infantil pero sí apuntar
que a pesar de los estudios que se realizan los programadores insisten
en mezclar de forma aleatoria y con escaso criterio pedagógico
series animadas o de ficción sin tener en cuenta los targets de
la audiencia llamada infantil.
Neil Postman, reconocido analista de los fenómenos culturales generados
por la sociedad de la información y la comunicación de masas,
sostiene en La desaparición de la infancia que la televisión
ha terminado con todos los secretos del mundo y que, por lo tanto, sin
secretos la inocencia desaparece y sin inocencia no hay infancia. La televisión
está acabando con la idea de la infancia: desde la pantalla se
habla de todos los misterios de la vida adulta, la televisión hace
público lo que antes era privado. Según Postman los niños
de hoy en día ya saben lo que es una violación, un asesinato,
ser rico o pobre, los desastres naturales, la guerra, puesto que la televisión
es una ventana abierta al mundo que les proporciona esta información.
En una entrevista concedida a La Vanguardia, (agosto-2001) Angus
Fletcher, presidente de The Jim Henson Company Television, afirmaba
que estamos presionando demasiado a los niños y que los niños
pasan directamente de los Teletubbies a Gran Hermano, así pues
con Postman, Fletcher comparte la teoría de que la infancia se
ha acortado: “Los niños hoy se hacen mayores más
pronto, porque está aumentando la presión para que decidan
más rápidamente lo que quieren hacer en la vida” (...)
Deberíamos preservar la infancia. (...). La televisión no
cambia la mente de los niños por sí sola. Los padres tienen
una influencia que deberían ejercer correctamente. A pesar
de todo, Fletcher apunta que la televisión infantil es lo mejor
de la televisión. Y ese tono esperanzador contiene una gran verdad,
porque es cierto que tras los programas infantiles hay personas que por
las razones que sean tienen, en general, preocupación por los niños.
Y, también, porque una buena parte de la sociedad, padres conscientes,
asociaciones y educadores vigilan que los contenidos no vulneren los derechos
de los niños, ya sea desde la manipulación y el engaño.
Ahora bien, como afirma Fletcher, la televisión no debe ser nunca
substituta de la vida, tiene que haber un equilibrio entre distracción
mediática, familia y escuela.
Pero por desgracia tal como se ha venido afirmando en todos los estudios
que se han ido realizando la televisión se ha convertido en un
canguro del niño, substitutiva de la compañía de
otros niños y/o del adulto.
Los que hemos vivido una infancia sin apenas televisión nos escandalizamos
ante los programas, en general telebasura, que ofrecen las televisiones,
con la excepción de la 2 de TVE y los canales autonómicos,
en horario infantil. Los periódicos van repletos de cartas de asociaciones
de padres y educadores que denuncian esta situación, y desde ciertos
ámbitos de la política se critica la falta de atención
al niño en la televisión. A veces se cae en cierto maniqueísmo
al culpar de todos los males del comportamiento de los niños, tanto
en el ámbito familiar como en el escolar, al inocente electrodoméstico
que domina nuestra sala de estar.
Pensar que unos espacios infantiles puedan educar por sí mismos
a los niños en unos valores que comporten todo aquello que los
seres humanos debemos aspirar, como por ejemplo la convivencia, la tolerancia,
el respeto, etc., es pecar de ingenuidad. La responsabilidad de la educación
de los niños es en primer lugar de los padres y de los maestros,
y, en segundo lugar, de toda la sociedad, ya que el niño imita
lo que los adultos hacemos. El papel de la televisión en la educación
de los niños tiene, evidentemente mucha importancia, pero no hay
que olvidar que la televisión es también un aparato que
entretiene. Aunque, sin lugar a dudas, entretener no significa que no
haya que cuidar los contenidos de dicho entretenimiento, sobre todo cuando
va dirigido a un público tan especial como los niños. Por
eso, los que trabajamos para entretener a los niños en el medio
televisivo tenemos una responsabilidad enorme, puesto que ellos merecen
todo nuestro respeto, y hemos de ser conscientes que son personas que
viven una etapa de la vida muy vulnerable, en la que están descubriendo
su propio yo y su entorno. Por ello, los guionistas especializados en
programas infantiles tenemos la obligación de estimularlos, divertirlos,
interesarlos, y, sobre todo, recordar lo que es evidente: de todos
los públicos, el más inteligente y exigente es el de los
niños.
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