Carmina Roig Fransitorra Guionista – Editora de guiones
El guionista de programas infantiles
Antes de escribir para una audiencia infantil es necesario saber a quién
nos dirigimos, cómo piensa, cuáles son sus gustos y preferencias
y qué queremos conseguir para que dicha audiencia se sienta a gusto
con el producto que vamos a hacer.
No es una tarea fácil, porque lo primero que se pregunta el guionista
es quién es esta masa uniforme llamada audiencia infantil. Muchas
veces, los guionistas que trabajamos en el medio televisivo hemos oído
comentarios del tipo que escribir para niños es lo más fácil
del mundo, y sin lugar a dudas quien afirma esto es que no conoce el tema.
Escribir para niños es duro y es a la vez gratificante. Es duro
porque es difícil, porque hay que intentar ponernos en la piel
del niño y pensar en qué es lo que realmente le interesa,
pero también es gratificante porque nos divertimos escribiendo,
y porque si sabemos que hemos conseguido interesarle sentimos que nuestro
esfuerzo ha sido valorado.
El guionista que escribe para niños tiene que tener presente que
a los niños, a pesar de los pesares, les continúa gustando,
y así lo demuestran las encuestas, el humor, la fantasía,
la aventura y el suspense.
Y una buena base para el guionista son los cuentos tradicionales, ya que
son pequeñas obras dramáticas, tal como sustenta Bruno Bettelheim
en “Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas”.
El guionista tiene que tener en cuenta tres premisas básicas: informar
al niño para enriquecer su universo, formarlo pero sin manipularlo,
y darle libertad para que saque sus propias conclusiones, sin olvidar
que también tiene que divertirlo, interesarlo y captar su atención.
En general, el guionista trabaja bajo unas premisas ya establecidas, y
el guionista especializado en niños no es una excepción
de esta situación. El guionista, especialmente en aquellos programas
considerados educativos, tiene que someterse a ciertos parámetros
sobre la base de criterios puramente educativos. A veces esto supone sufrir
algunas contradicciones, ya que la imaginación del buen guionista
es inmensa y no siempre coincide con lo que se considera educativo. Un
exceso de celo por parte del guionista y por parte del asesor pedagógico
hace que muchas veces el resultado final no sea el idóneo.
Desde mi experiencia como editora de guiones
en Barrio Sésamo tuve muchas veces la sensación de que
educadores y guionistas íbamos por caminos distintos. Todos
los guiones se encargaban con un objetivo educativo que algunas veces
hacía que la imaginación del guionista se viera encorsetada.
El guionista se encontraba en el dilema ¿qué tiene que
prevalecer, el objetivo educativo o la estructura dramática
libre de cortapisas? Después de analizar, retocar y discutir
de forma amigable con los editores estadounidenses de guiones de Sesame
Street, tenía que enfrentarme a los guionistas que, las más
de las veces, no entendían los cambios a favor del objetivo
educativo y no de la estructura dramática divertida e imaginativa.
Fueron tiempos duros en los que, reconozco, aprendí
de ambas partes. Todo ello me sumió en múltiples reflexiones
y me llevó a varias conclusiones: primero, que lo educativo introducido
de forma flexible no se contradice con lo divertido; segundo, que en un
programa educativo para niños tanto educadores y guionistas tienen
que trabajar en equipo, cediendo ambas partes en aquellos aspectos que
son superficiales y no afectan al producto bien hecho y, por último,
que son más importantes los valores transversales que subyacen
en la trama del guión que el objetivo educativo en sí mismo,
ya que un programa para niños no es la prolongación de la
escuela.
El guionista que trabaja en programas educativos se desanima un tanto,
al comprobar que todos los esfuerzos que hace para introducir los contenidos
educativos en los guiones son contradictorios con relación a la
publicidad inmediata al programa que ha escrito o con
las series de animación que rellenan los espacios de los
programas contenedores. Aquí nos hallamos en un mundo en el que
no hay demasiados criterios: junto a excelentes series, tipo Las tres
mellizas, por poner un ejemplo, se colocan series en las que priman
la violencia, el sexismo, la astracanada, los estereotipos o la pura cursilería
que explota los sentimientos y emociones del niño. La mayoría
de las veces se compran las series sin tener en cuenta la opinión
de los expertos y se busca el éxito fácil a través
de la comercialización de las propias series. Los guiones de muchas
de ellas parecen que no tienen en cuenta unos valores transversales y
caen en el maniqueísmo fácil: el bueno gana el malo no por
sus cualidades positivas, sino porque posee un arma secreta o simplemente
tiene más fuerza física; los roles hombre/mujer siguen los
esquemas tradicionales, los personajes son estereotipos, y predominan
las bromas fáciles.