La pantalla electrónica
Explorando el tercer espacio
Pantalla "versus" página
En definitiva
Biliografia
 
Antonio Rodríguez de las Heras

Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación
Universidad Carlos III de Madrid


 
 
  Explorando el tercer espacio


Sorprende comprobar que la pantalla se muestra como un espacio de encuentro. "A priori" sería difícil concederle esta capacidad. Pero así es: resulta atractivo y fácil realizar procesos de comunicación ante una pantalla. La herramienta de foro, mejor que la de "chat", proporciona un entorno potente para la concurrencia de un grupo de personas que, sin necesidad de coincidencia en el tiempo, intercambia mensajes sobre un tema.

Un recorrido por algunos foros abiertos aporta un convencimiento: la herramienta es condición necesaria pero no suficiente para explotar las posibilidades que guarda la pantalla para la comunicación a distancia. Sin un buen organizador del foro, éste tiende a reducirse a un proceso de sedimentación de intervenciones.

Para su aplicación en la educación, se necesita una atención permanente sobre la marcha del foro y una destreza especial del profesor para que su intervención no suponga perturbación. Pero creo que para esta función el profesor, sea cual sea el nivel educativo, no está preparado; y, sin embargo, la pantalla como espacio de comunicación anuncia posibilidades muy provechosas para la formación a cualquier nivel.

Llama la atención la buena disposición que muestra el alumno a intervenir a través de la pantalla. Las desigualdades que en todo grupo se producen en cuanto a la participación en público de sus miembros, dándose siempre el hecho de que unos pocos destacan y hasta llegan a monopolizar los debates, se diluyen cuando el espacio de intervención no es el aula sino la pantalla. El retraimiento en esos casos no es debido, en gran proporción, a falta de interés o carencia de otros méritos del alumno, sino a exceso de prudencia y hasta de escrúpulo o a un carácter reservado que en nada afectan al aprovechamiento de esos estudios.

Pues bien, en la pantalla estas desigualdades se reducen considerablemente y, en cambio, se marcan más las debidas al interés y al trabajo dedicados.

El hecho de que la participación no es en tiempo real permite elaborar mucho más lo que se va a decir. Hay, pues, mayor ejercicio de reflexión, a la vez que cuidado de la redacción; del mismo modo que, al tener delante lo escrito por otros compañeros, se presta más atención a lo expuesto y argumentado por ellos.

Al concluir un coloquio se muestra ante los ojos el trabajo realizado entre todos. Hay una percepción de lo hecho a través de un texto colectivo. Y hay un ejercicio de escritura que inmediatamente se pone a prueba su claridad y precisión con la lectura de todos los miembros del foro.

  Los modos y estrategias de intervención del profesor para obtener el mayor rendimiento de la pantalla como espacio de comunicación son muy amplios, pero constituyen un campo por explorar, de igual manera que las iniciativas que se pueden volcar en la pantalla según la materia y el nivel: desde un debate a la resolución de una cuestión con las aportaciones y colaboración de todos los miembros; desde un coloquio entre dos grupos de diferentes países, para un curso de lengua extranjera, hasta la reunión en la pantalla de observaciones, experiencias o búsquedas en torno a un tema.

Pero la herramienta de foro insiste en dar un aviso al que no se está prestando suficiente atención. ¡Cuidado con confundir esta tecnología de la información y de la comunicación con la automatización de procesos! Aún siguen escuchándose: "y basta con tocar un botón…".

Esa idea equivocada de que un ordenador quita trabajo... ¡Da otro trabajo!

Se mantiene el mito de que, una vez programada una tarea, el ordenador trabaja ya por uno, cuando, en realidad, las actividades al otro lado de la pantalla electrónica exigen muchísima atención. Unas tareas que antes ocupaban mucho tiempo, esta tecnología las resuelve de manera rápida y eficiente, pero para abrir otras acciones, antes imposibles, que exigen creatividad, nuevas destrezas y mucho trabajo.

Sin fuertes inversiones de tiempo de los profesores, sin una nueva tabla de valoración de tiempos necesarios para las distintas actividades docentes, porque no se puede medir el trabajo en este tercer espacio con los baremos de los otros, se retrasará el aprovechamiento de las posibilidades que contiene el espacio digital.

De igual modo, se tiende a trasladar precipitadamente a la red una capacidad de uso que pertenece al mundo audiovisual: el mayor número de receptores en relación a un seguimiento presencial. Por radio o televisión muchas personas pueden seguir una exposición, pero tiene que ser limitado el número de participantes en un curso en red, pues la interacción es muy alta y resulta imposible mantenerla más allá de un determinado tamaño del grupo.

En red, la docencia exige mucha dedicación al profesor y obliga a mantener grupos reducidos. Ni es suficiente con tocar un botón, sino que hay que invertir mucho tiempo, ni un profesor puede atender un número mayor de alumnos que en el aula, ni se puede pasar al nuevo espacio sin unos cambios muy sensibles en las formas de comunicarse el profesor.

También habrá que tener en cuenta el trabajo en equipo, pues así lo exigirán la producción y el mantenimiento de determinados tipos de cursos.