A lo largo de la historia, la mayor parte de los éxitos
humanos en las más diversas facetas de las ciencias, las artes
y otras actividades sociales, se ha basado en dos aspectos que han funcionado
de manera coordinada:
- Contar con la información adecuada
- Procesarla de manera correcta
Newton decía que si él había visto más lejos
que otros era porque se hallaba «a hombros de gigantes». Y
con ello se refería a todos los científicos, desde los griegos
a Galileo, que habían aportado sus granos de arena al conocimiento
humano antes que él.
Procesar la información de manera correcta no es
más sencillo, pero no hay duda que una herramienta mental como
la famosa «navaja de Ockam» ha contribuido de manera notable
y repetida a alcanzar soluciones felices.
La «navaja de Ockam» es un principio de sencillez
y claridad: «no hay que multiplicar los elementos si no aportan
algo útil para la solución del problema». Este principio,
que desde la Edad Media viene siendo uno de los pilares más sólidos
de la investigación científica, se ha aplicado a muchas
materias y también a la comunicación eficaz: «no hay
que añadir al mensaje ningún elemento que no contribuya
a la comprensión del mismo por parte del receptor».
En ocasiones, este principio ha sido interpretado como
una especie de “ley contra la ornamentación”, dando
por supuesto que la ornamentación es un añadido que nada
tiene que ver con el fondo de la comunicación. Y ésta ha
resultado ser una tendencia notoriamente fallida.
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La Figura 1 muestra un
cartel de Bob Schnepf, 1968, perteneciente a la corriente “psicodélica”.
Muchos interpretan que carece de legibilidad y que no transmite
el mensaje. Que es un ejemplo de mal diseño. Todo lo contrario:
el público receptor se sentía identificado con este
tipo de imágenes y no hubiera prestado atención a
un cartel basado en tipografía clásica, por muy “legible”
que fuera. Estos carteles eran considerados «objetos de culto»,
como ahora se dice, y tenían una eficacia altísima.
En este sentido, resultaban de una «claridad» total
para el público al que se dirigían.
En las páginas que siguen vamos a desarrollar
cómo la claridad, es decir, la aplicación consciente
de «la navaja de Ockam», puede hacer que nuestra creatividad
se aplique con éxito a la elaboración de documentos
pedagógicos, mejorando nuestra eficacia como comunicadores.
Para ello, vamos a tratar la comunicación documental partiendo
de sus elementos más sencillos hasta llegar a los más
complejos.
Dividiremos el análisis en tres fases, que corresponden a
otros tantos niveles de legibilidad. Es decir, de eficacia a la
hora de ofrecer una lectura o transmisión de los datos del
mensaje o documento.
a) Legibilidad
óptica
b) Legibilidad tipográfica
c) Legibilidad funcional
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Figura 1 |
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