La legibilidad óptica trata de la capacidad
del lector para distinguir signos, lo cual depende de sus habilidades
para hacerlo y del tamaño y forma de los signos. Es el nivel más
bajo de análisis de legibilidad toda vez que leer es distinguir
entre signos, pero también mucho más que eso.
La legibilidad óptica es de gran importancia en
los rangos extremos de edad: niños pequeños y personas mayores.
Las capacidades perceptivas humanas experimentan notables variaciones
que pueden alterar todo el planteamiento de un documento.
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La Figura 2 muestra un gráfico
en el que se puede apreciar cómo la separación entre
dos elementos (dos líneas) parece mayor a medida que ampliamos
la imagen. Es decir, los efectos perceptivos rara vez siguen una pauta
homogénea de variación. Es decir, un texto que funcione
bien en grande, no hay ninguna garantía de que siga haciéndolo
cuando lo reducimos. |
Figura 2 |
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Ópticamente, podemos decir que hay tres aspectos
que influyen de manera categórica en la legibilidad.
- Que entre los signos y el fondo exista suficiente contraste.
- Que los signos se diferencien entre sí.
- Que no haya semejanzas estructurales equívocas.
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La Figura 3 muestra
ejemplos de cada una de estas características.
Evidentemente, en los signos del alfabeto, que
se han creado mediante transmisión cultural, nuestra capacidad
de acción es escasa. Pero si tenemos más capacidad de
decisión a la hora de elegir fuentes tipográficas bien
diseñadas, que diferencien adecuadamente entre los caracteres.
Un ejemplo histórico: el punto de la «i» minúscula,
que es un invento medieval, no latino, se introduce cuando en las
letras textura (góticas) resulta complicado distinguir el trazo
vertical de la «i» sin punto de los trazos sucesivos de
la «m» y la «n». |
Figura 3 |
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Si continuamos con el tema
de los signos del alfabeto, hallamos que su estructura no informa
de manera homogénea sobre cada uno de los caracteres. En términos
generales, podemos decir que la zona superior de los signos es más
informativa que la zona inferior (Figura 4) y que la zona derecha
es más informativa que la izquierda. Una palabra de la que
sólo vemos la parte inferior resultará complicada de
leer. Una tarea que se facilita si mostramos la parte superior. |
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Figura 4 |
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También podemos
añadir que, en términos generales, el creador de documentos
pedagógicos debe preocuparse más de la anchura de las
letras que elige que de su altura, ya que influye más el ancho
que el alto en la distinción óptica de los signos del
alfabeto (Figura 5). Letras levemente estrechas pueden ser muy útiles
para ahorrar espacio, pero pasado un cierto punto, el reconocimiento
de los signos pasará a una fase crítica. |
Figura 5 |
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