Remedios Zafra
Universidad de Sevilla
Territorios de lo imaginario y de lo real


La articulación de la convivencia en sociedades cada vez más heterogéneas y cruzadas es uno de los retos primordiales de la sociedad contemporánea. A la coexistencia de distintas culturas, concebidas no ya como espacios multiformes, “sino muchos y pequeños universos centrípetos”(1) en territorios físicos concretos, hemos de unir la posibilidad de una existencia paralela, simultánea, múltiple y, en algunos casos, alternativa en Internet. Territorios del orden de lo simbólico donde, igualmente, se define la convivencia, espacios virtuales donde aflora lo imaginario y confluye con lo real. Al pensar la convivencia en estos territorios no podemos obviar esa conjunción fatal del azar, de la deriva, percibir el doble sentido del acontecimiento, pensar el medio que habitamos sabiéndonos pensados por el mismo medio.

La indeterminación del destino del que navega, la indeterminación del viaje y de los márgenes, tienen un cierto carácter lúdico e instigador de la creatividad. La suerte de la indeterminación, de explorar sus probabilidades y secuencias y esperar sus encadenamientos secretos está implícita en aquellos territorios de creación e investigación y, en consecuencia, en las prácticas artísticas más recientes, sería el caso del net.art.

"Nada contradice entonces esta hipótesis paradójica: nuestro pensamiento regula el mundo, con la condición de que antes pensemos que el mundo es el que nos piensa.
“El hombre no bebe el té, el té bebe al hombre” / No eres tú quien fuma la pipa, la pipa te fuma a ti. / El libro me lee. / La televisión me mira. / El objeto me piensa. / El objetivo nos contempla. / El efecto nos causa. / El lenguaje nos habla. / El tiempo nos pierde. / El dinero es el que nos gana. / La muerte nos acecha."(2)

Jean Baudrillard, “El intercambio imposible”.

"El azar es la divinidad más antigua del mundo... Acabo de liberar a todas las cosas del yugo de la finalidad. El Espíritu está sometido a la Finalidad y a la Voluntad, pero lo liberaré para devolvérselo al divino Accidente, a la divina Travesura ."(3)

Luke Rhineheart, « L’Homme-Dé ».