La articulación de la convivencia en sociedades cada vez más
heterogéneas y cruzadas es uno de los retos primordiales de la
sociedad contemporánea. A la coexistencia de distintas culturas,
concebidas no ya como espacios multiformes, “sino muchos y pequeños
universos centrípetos”(1)
en
territorios físicos concretos, hemos de unir la posibilidad de
una existencia paralela, simultánea, múltiple y, en algunos
casos, alternativa en Internet. Territorios del orden de lo simbólico
donde, igualmente, se define la convivencia, espacios virtuales donde
aflora lo imaginario y confluye con lo real. Al pensar la convivencia
en estos territorios no podemos obviar esa conjunción fatal del
azar, de la deriva, percibir el doble sentido del acontecimiento, pensar
el medio que habitamos sabiéndonos pensados por el mismo medio.
La indeterminación del destino del que navega, la indeterminación
del viaje y de los márgenes, tienen un cierto carácter lúdico
e instigador de la creatividad. La suerte de la indeterminación,
de explorar sus probabilidades y secuencias y esperar sus encadenamientos
secretos está implícita en aquellos territorios de creación
e investigación y, en consecuencia, en las prácticas artísticas
más recientes, sería el caso del net.art.
"Nada contradice entonces esta hipótesis
paradójica: nuestro pensamiento regula el mundo, con la condición
de que antes pensemos que el mundo es el que nos piensa.
“El hombre no bebe el té, el té bebe al hombre”
/ No eres tú quien fuma la pipa, la pipa te fuma a ti. / El libro
me lee. / La televisión me mira. / El objeto me piensa. / El
objetivo nos contempla. / El efecto nos causa. / El lenguaje nos habla.
/ El tiempo nos pierde. / El dinero es el que nos gana. / La muerte
nos acecha."(2)
Jean Baudrillard, “El intercambio
imposible”.
"El azar es la divinidad más antigua del
mundo... Acabo de liberar a todas las cosas del yugo de la finalidad.
El Espíritu está sometido a la Finalidad y a la Voluntad,
pero lo liberaré para devolvérselo al divino Accidente,
a la divina Travesura ."(3)
Luke Rhineheart, « L’Homme-Dé
».
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