Imágenes
facilitadas por Laura Floyd
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Si
cabe esperar de una proyecto artístico desarrollado
en Internet que utilice las posibilidades interactivas
y de participación que le proporciona la
red, Jiffylux nos sorprende utilizando especialmente
aquellas características de la red que también
comparte la televisión; así, la obra
es percibida más como programa de televisión
que como proyecto interactivo. El único gesto
de participación que se permite al usuario
(aunque no deja de ser de una interactividad ficticia)
es el propio de la tv: cambiar de canal. De
esta manera, formalmente articulada como una televisión
ubicada en la red, el usuario puede seleccionar
distintas cadenas donde se recrean programas, anuncios
y escenas que parodian a los propios de la televisión
americana de los años cincuenta.
En
JiffyLux TV se produce un continuo desplazamiento
entre la pantalla del ordenador y la de la televisión.
Inevitablemente se suscita una comparación
entre estos dos medios habitantes de los espacios
domésticos. Una comparación también
entre "el tiempo en que acontecen", la
época en la que se introducen en los hogares
y empiezan a modificar los hábitos y las
dependencias de las familias. Este tiempo de "domesticación"
suele ir acompañado de propuestas artísticas
y teóricas que reclaman convertir a los medios
conforme se van estrenando en mecanismos de cambio
y movilización social.
Por
otra parte, el hecho de que Jiffylux esté
en la red no es aleatorio. De hecho, las expectativas
y amenazas que se ciernen sobre la sociedad en relación
a los medios parecen estar condenadas a repetirse
con Internet. Así, vemos la imagen de una
vieja televisión dentro de la pantalla de
nuestro ordenador, una imagen que inevitablemente
nos sugiere el pasado al que cita y el futuro que
pronostica.
En
esta obra se trataría no sólo de crear
un espacio donde la historia pueda hacerse -tal
como sugería Guattari (1)-
sino, rememorando estrategias propias más
de un arte del pasado y de una práctica arqueológica,
de situar la tv en una vitrina (pantalla) del presente,
otorgarle un tiempo de reflexión. Una práctica
que difiere sin duda de las más representativas
propuestas de net.art (net.activismo, browser art,...)
pero que conceptualmente mantiene el carácter
reflexivo con el medio propio de las prácticas
artísticas de Internet.
Jiffylux
nos sugiere una doble mirada a la influencia
social de la tv y a la influencia social de Internet.
Por una parte, al pasado más cercano de las
casas con televisión y, por otra, al inmediato
de un mundo en red. El contexto está en ambos
casos determinado por la cultura de consumo americana
sobre la que Laura Floyd explora en esta obra. Al
respecto, recordemos la pretensión de muchos
teóricos y artistas que reivindicaban un
uso emancipador de los medios. Un propósito
que parece estar condenado a desfallecer al enfrentarse
al caballo de troya que ha supuesto la televisión
y a sus poderosas armas libidinales. Convertirnos
como espectadores en sujetos pasivos, entrenarnos
en hábitos de contemplación es, sin
duda, una cómoda posición para todos
que vemos en la tv un espacio para nuestras identificaciones
y proyecciones. No sin motivo, su ubicación
en los entornos domésticos tuvo una primera
intención de entretenimiento, aunque su presencia
incuestionable (su lealtad más propia de
un animal doméstico que de un electrodoméstico)
llevo a todo tipo de filias y fobias. La convivencia
para much@s se convirtió en dependencia,
ingrediente básico para la subordinación
a la lógica del consumo.
En
este sentido, Jiffylux parodia la cultura
de consumo que enmarca a los programas televisivos
de los cincuenta. Para ello plantea los cambios
que supuso en los hogares americanos la entrada
de la tv y en cierta medida parece sugerir lo que
en nuestra época supone también la
"domesticación" de Internet. La
relación que se establece entre estos dos
medios (tv e Internet) es fundamental a la hora
de entender los cambios que se avecinan en las esferas
de lo público y lo privado. Medios revolucionarios
capaces de modificar nuestras formas de vida entran
en el espacio doméstico y lo fisuran. Lo
público y lo privado fundidos: trabajo doméstico
y teletrabajo, células de recepción
de información (tv) y ahora también
de producción (red) ¿Cómo se
habita la nueva casa donde la información
no tiene ya el carácter unidireccional de
la tv, donde l@s usuari@s pueden ser no sólo
espectadores sino también productores y distribuidores?
Irónico,
el trato a la imagen de la familia feliz americana
y de la mujer en este contexto televisivo recreado
por Jiffylux. Una imagen característica
de la programación televisiva que, no podemos
olvidar, estaba dirigida mayoritariamente a un público
femenino de amas de casa, en el que los productores
televisivos vieron al sector más leal para
mantener y engordar una sociedad de consumo. Con
este planteamiento ideaban programas teñidos
(literalmente) de rosa, flores y diamantes que alimentaban
los estereotipos sobre la mujer y la familia, contribuyendo
además a la pervivencia de un sistema económico
basado en el consumo irreflexivo. La televisión
debía banalizar lo importante y dedicar su
tiempo al entretenimiento, soterrando entre las
flores de papel de sus anuncios y las interminables
sonrisas de sus prefabricadas familias mensajes
patrióticos. A estos últimos Laura
Floyd les dedica una especial atención en
su campaña de contribución patria
mediante la difusión de pósters de
mujeres ataviadas con banderas e irónicas
proclamas sobre la nación.
NOTAS
1. Tal como señala Guattari "la función
constitutiva de las prácticas artísticas
implica que su función central no consiste
en contar historias, sino en crear dispositivos
en los que la historia pueda hacerse". Citado
en: NEGRI, T. : "Arte y multitude". Madrid,
Trotta, 2000: p.16.
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